PIZiadas gráficas

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Mi mundo es la imagen.

Roble abstracto: Secuencia [Óleo]

Hace unos días, una compañera que trabaja el hiperealismo (ver Jarra y peras) me preguntaba mientras tomábamos un café:
¿Cómo piensas cuando pintas uno de tus cuadros (abstractos)?
Esa pregunta me llevó a realizar una profunda reflexión y, en consecuencia, surgió este pequeño artículo que guía una de las obras que he realizado. No todas se forman con el mismo esquema, pero puede servir como guía técnica para una primera composición.

El motivo del cuadro, como reza el título, es la representación de un roble. Al analizar la composición, se observan tres formas superpuestas que lo han definido, y que se corresponden con tres puntos de vista o perspectivas del motivo.

La primera imagen es la que permite observar el elemento en su conjunto, la segunda nos muestra un elemento que agrupa partes relevantes mientras que la última permite apreciar un detalle básico y característico que pueda identificarlo en sí mismo. Son tres puntos de vista que sumados aportan una visión completa del elemento.

¿Cómo empiezo el cuadro? Dibujando con un solo color una primera composición con dos de estos elementos: El tronco del árbol superpuesto con el primer plano de la hoja del roble, en este caso.

El color utilizado suele ser el de base del cuadro, por ejemplo el azul que servirá de plano del fondo, cielo, y que permite obtener los verdes y marrones, mediante veladuras, que se utilizaran para el resto del cuadro.

Colores primarios muy claros que no obscurezcan demasiado el cuadro.

Se añade un nuevo plano con el resto de hojas, plano medio, a la vez que se van diferenciando las diferentes zonas superpuestas mediante el contraste con el color primario utilizado. En esta fase interesa la composición y la diferenciación entre claros y obscuros.

Progresivamente se van oscureciendo zonas, contrastando el dibujo con el color de base.

El siguiente paso será ir introduciendo un primer color que determinará la luminosidad final del cuadro. Estos colores no serán los definitivos, aunque dada la técnica de veladuras que permite el material aplicado con pinceles, aportará una componente principal.

El color en esta fase se aplica con mucho aguarras, de forma que quede una fina película y seque rápidamente para poder superponer nuevas tonalidades.

Poco a poco se rellena el conjunto permitiendo una visión global que nos puede sugerir rectificaciones sobre los colores aplicados o incluso las líneas dibujadas.

La aplicación de nuevas veladuras va sacando los elementos del cuadro dando una primera sensación de profundidad. En esta fase hay que ir seleccionando la continuidad de los planos de forma que el conjunto se pueda reconstruir basándonos en la información de color.

Los colores definitivos se aplican sin apenas disolvente para mantener su brillo e intensidad al máximo. La continuidad de los elementos se hace más destacable.

Algunas líneas de contorno se van reforzando, aunque esto debe realizarse al final para evitar que se mezcle la pintura al arrastrarla accidentalmente con el pincel.

El resultado final se muestra en las dos imágenes siguientes. Los colores pueden variar dependiendo de la iluminación del cuadro. Por la noche se apagarán los colores, mientras que por el día se verán con más viveza, resaltando especialmente los azules.

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